20 de febrero de 2013

SOMOS IGUAL DE GITANOS QUE ELLOS

Y lo digo con todo el cariño del mundo. No somos el sur de Europa, sino el norte de África. Llevo tiempo defendiéndolo y ahora que vivo en Marruecos siento la necesidad de gritarlo para que, aunque no todo el mundo lo quiera creer, por lo menos pueda empezar a planteárselo. Cuando he estado de viaje o residiendo en cualquier país europeo, prácticamente no he visto nada que me recuerde a mi país, a mi gente. Y si hay alguna similitud es pura coincidencia. Nos intentan vender que cierta forma de vida es la correcta, la ideal. Y no es así, joder. Y si lo es, que sea porque lo hemos decidido nosotros, no porque nos lo digan ellos.

Tenemos que abrir la mente, ver las cosas por nosotros mismos, criticar, evaluar y analizar. Y a partir de ahí construir. Si no lo hacemos así, crear algo sólido y real es muy complicado.


Nuestra sangre no es europea, no somos como los demás. Somos gente abierta, expresiva, alegre, sociable y con carácter. Personas descaradas, ruidosas, que se ríen y hablan en alto. Gente cercana, familiar, que disfruta haciendo lo que sea, preferiblemente en la calle, siempre que sea con mucha gente. Nos gusta comer mucho y bien, bromear y salir hasta que salga el sol. La siesta es patrimonio nacional y la picaresca, en mayor o menor medida, es innata. Lamentablemente seguimos siendo un país machista y especialmente racista, y dudo mucho que dejemos de serlo algún día.

¿Dónde está el gen europeo entonces? Nos quieren hacer creer que por no tenerlo somos vagos, maleducados y sinvergüenzas, pero lo más triste es que estamos empezando a creerlo. Dejando a un lado las lacras que evidentemente han de ser corregidas, si perdemos lo que nos caracteriza y renegamos de lo que es nuestro y de los que somos, lo perdemos todo. Y si seguimos criticando una cultura que tiene demasiadas cosas en común con la nuestra, estaremos haciendo alarde de esa ignorancia que en ocasiones, por desgracia, también nos caracteriza.

13 de febrero de 2013

DEVUÉLVELE LA VIDA

"El peor daño que se le hace a una persona es darle todo. Quien quiere anular a otro solo tiene que evitarle el esfuerzo, impedirle que trabaje, que proponga, que se enfrente a los problema (o posibilidades) de cada día, que tenga que resolver dificultades.

Regálele todo: la comida, la diversión y todo lo que pida. Así le evita usar todas las potenciales que tiene, sacar recursos que desconocía y desplegar su creatividad. Quien vive de lo regalado se anula como persona, se vuelve perezosa, anquilosada y como un estanque de agua que por inactividad pudre el contenido.

Aquellos sistemas que por ‘amor’ o por demagogia sistemáticamente le regalan todo a la gente, la vuelven la más pobre entre las pobres. Es una de las caras de la miseria humana, carecer de iniciativa, desaprovechar los talentos, potencialidades y capacidades con que están dotados casi todos los seres humanos.


Quien ha recibido todo regalado se transforma en un indigente, porque asume la posición de víctima que sólo se queja. Cree que los demás tienen obligación de ponerle todo en las manos y considera una desgracia desarrollar un trabajo digno.

Es muy difícil que quien ha recibido todo regalado, algún día quiera convertirse en alguien útil para sí mismo. Le parece que todos a su alrededor son responsables de hacerle vivir bien y cuando esa ‘ayuda’ no llega, culpa a los demás de su 'desgracia’ (no por anularlo como persona, sino por no volverle a dar). Sólo los sistemas más despóticos impiden que los seres humanos desarrollen toda su potencialidad para vivir. Creen estar haciéndolo bien, pero  en definitiva están empleando un arma para anular a las personas."

Ana Cristina Aristizábal Uribe.

7 de febrero de 2013

CONSEJOS Y RECOMENDACIONES PARA VIAJAR A MARRUECOS

Son ya varias las personas que durante estos meses se han puesto en contacto conmigo para preguntarme sobre Marruecos, resolver dudas normales antes de viajar hacia allí y escuchar algunos consejos básicos de alguien que siente una profunda admiración por este país y que se entrega al máximo cuando se trata de colaborar para que la gente disfrute de todo lo que un lugar así puede ofrecer.


Ahí van, por tanto, mis recomendaciones. Basadas siempre en mi forma de ver la vida y en mi experiencia.

  1. No vayas con nada organizado.
Ni guías, ni agencias, ni ná! A no ser que vayas al desierto por primera vez. Tener un plan supone perderse todo lo demás y viajar a la aventura no sólo es posible, sino también recomendable. Marruecos es un país que vive al día y los planes cambian en cuestión de minutos. Por eso siempre conviene adaptarse a lo que la situación requiere, coger un bus/tren/taxi a donde sea cuando sea y una vez en el destino buscar en uno de los millones de alojamientos disponibles por 6-8 euros la noche, sin reservar nada con antelación. Desde el propio riad, o desde el riad de al lado, se organizan continuamente excursiones varias y variadas de uno o dos días a cualquier sitio cercano de interés.


  1. No pasa absolutamente nada por viajar chicas solas.
Al contrario. La mayoría cree que puede ser peligroso, pero nada más alejado de la realidad. En Marruecos la gente es muy abierta con el extranjero de turno, siempre que el extranjero sea abierto con el marroquí, claro. Y si las que viajan son únicamente mujeres las posibilidades de compartir risas, vaciles, bromas y planes inesperados se multiplican.

Son muchos los que recomiendan no salir a la calle de noche. Creo que son los mismos que recomiendan no hablar con desconocidos. En muchas ciudades, de hecho, hay más ambiente en la calle a medianoche que durante el día, especialmente en verano. Y mira que es difícil. Lo que obviamente no se debe hacer es estar a las 4 de la mañana perdidos en una calle de la medina en la que no hay ni un alma. No porque vaya a pasar nada sino porque algunas, como la de Fez, con cientos y cientos de calles laberínticas, son sencillamente impresionantes y se les debe tener un enorme respeto. Pero vamos, que si hubiera más sentido común no habría tantos consejos que dar.


  1. Olvídate de Occidente.        
Inevitablemente tendemos a analizar y observar todo desde el punto de vista occidental y es un tremendo error. Que las cosas sean diferentes a cómo las hemos aprendido no implica, ni muchísimo menos, que sean menos válidas. Marruecos sacude la vida de todo aquel que viaja con ganas de ser mejor persona y si logras darte cuenta de que otra forma de vida es posible, habrá merecido la pena.

  1. Aprende cosas básicas en árabe.
Te sorprenderá comprobar cómo las cosas son más baratas si hablas su idioma. Se suele criticar que al turista se le cobra más simplemente por el hecho de ser turista. ¿Justo? Probablemente no. ¿Sensato? Para mí sí. Aquí en España también se roba al guiri cobrando 7 euros por una estatuilla enana de una sevillana, que en ningún caso representa a la inmensa mayoría del país. Pero como se hace de forma ‘legal’ y con la etiqueta puesta parece menos grave. Y no lo es.


  1. Prueba todas las comidas habidas y por haber.
Hazme caso. Es que no me gusta el aguacate. Da igual, el batido de aguacate te flipará. Es que esto no sé qué es. ¿Y? Es que no como pescado. ¿De verdad te quieres perder alguno de los sitios más auténticos de Essaouira, Assilah, Tánger, Larache…? No me seas, no me seas.

  1. No bebas agua del grifo.
No estás preparado para ello y la cagalera, hablando mal y pronto, puede convertirse en la protagonista de tu viaje. Así que si vas sólo para unos días mejor no la líes antes de tiempo.


  1. Compra producto marroquí.
Si hay algo que me gusta especialmente en Marruecos es que el dinero que pagas va, en la mayoría de los casos, directamente a la persona que se lo das. Y eso deberíamos fomentarlo. ¿Que te va a cobrar más por ser de fuera? Ya lo sabemos. Pero es que ese señor vive de eso y puedes estar seguro de que las mochilas de cuero, las cachimbas y los imanes para el frigrorífico no los compran nunca sus compatriotas. Eso sí, intenta preguntar sólo por lo que realmente quieras comprar. No vaya a ser que de repente te encuentres regateando por algo que ni siquiera te interesa.


  1. No hace falta llevar pantalones cagaos.
En serio. En el aeropuerto te piden el pasaporte, no que lleves este tipo de prenda como requisito indispensable para que te abran la puerta. Como dicen en Cataluña... no cal.

  1. No hables de la religión si no sabes.
Y no te quejes si no te dejan entrar a una mezquita por no ser musulmán. Tiene todo el sentido del mundo si realmente se consideran esos lugares como sagrados. Lo criticable, en mi opinión, es lo que se hace al otro lado del mundo, cobrando dinero para ver por dentro templos supuestamente religiosos. Los marroquís son muy creyentes, pero moderados. Y cada vez son más los jóvenes que tienden a ser menos practicantes. Así que relaja la raja, anda.


  1. Habla con cualquiera que hable contigo. Y con los que no también.
Este punto da para otra entrada de blog aparte, pero voy a tratar de explicarlo en pocas palabras. La gente es muy abierta y hospitalaria. A menudo sólo quieren charlar un rato, tomarse un té contigo o hablarte de Franco, del Sáhara, de que Zapatero es un cabrón o de que ‘España mucha ruina’. Ah, y de que tienes un cuerpo Danone.

No vayas con ‘miedo’. En primer lugar porque no hay razón para tenerlo y en segundo lugar porque los marroquís, con todo el cariño del mundo, son más ‘animales’ que nosotros. Para lo bueno y para lo malo. O, mejor dicho, son igual de animales pero en España estamos más adiestrados. Y en Europa ya ni te cuento. Si notan que no vas muy confiado, ni quieren ni pueden disimular su reacción y poco tardan en comerte vivo. Para que, ya que tienes una imagen mala de ellos, por lo menos sea por algún motivo. Entienden bastante más de corazón que de razón, son muy viscerales y si perciben que te diriges a ellos con temor o desconfianza no esperes que sean amables o simpáticos. Que ninguno es tonto. Por el contrario, si les sigues el rollo... si les sigues el rollo entenderás porqué hay tanta gente enganchada a este país. Es tan sencillo como que la gente se comportará contigo de la misma forma que tú te comportes con ellos. Ya sabes, kama tu din tu dan. Lo que hagas, te harán.

  1. No seas rata y da propinas, como hace todo el mundo.
Los precios no incluyen IVA y no cuesta nada dar unos dirhams de más al camarero, al taxista... etc. En Marruecos además es muy común preguntar a alguien sobre cómo llegar a ciertos sitios, especialmente en las medinas, y muchos de ellos no sólo te lo indicarán, sino que te llevarán directamente hasta donde quieras, especialmente los chavales. Y, siempre que la situación invite a hacerlo, esas reglas no escritas dicen que se han ganado una propina. Son unos céntimos de más y queda bastante feo no cumplir.


  1. Ten paciencia.
En ciudades como Marrakech que, dicho sea de paso, creo que está hipermegasobrevalorada, el agobio al turista es excesivo. Se ponen muy pesados con que compres, compres y compres, y a veces es difícil poner siempre buena cara. Así que paciencia, amego. Sonríe y dí varios ‘no, gracias’ en español o varios ‘lá, shukran’ en árabe, para parecer más majo aún si cabe.

  1. No se te olvide que él es el marroquí.
Y tú eres el visitante. Es cierto que Marruecos está evolucionando en muchos aspectos, pero esa modernidad convive de una forma especial con la tradición y las costumbres típicas. Por eso, exigir o esperar que las cosas sean como tú estás acostumbrado es de ser inútiles. Allí se trabaja, se espera, se disfruta y se vive de otra forma. Y cuanto antes lo asimiles mejor.


  1. Párate a comer donde haya gente local.
Si realmente quieres comer bien y barato métete, sin duda, donde haya gente marroquí. Seguro que es el mayor joyo de toda la ciudad, pero esos sitios con flores, mantel, cubiertos y todo impoluto no son tan morunos.

  1. Muy, muy pero que muy torpe tienes que ser para que te pase algo malo.
En Marruecos hay policía secreta por todas partes, el turista es una de las fuentes más importantes de ingresos y se le protege muchísimo más de lo que la gente se puede llegar a imaginar. Muy imprudente tienes que ser para que te roben y muy mala suerte tienes que tener para que, en el caso de que ocurra algo, no salgan 694371 marroquís, de ni se sabe dónde, para evitar que suceda. Eso sí, lo de sacar el Iphone, el Ipad, la cámara de 650 euros, los 8 objetivos, el trípode y la cámara de vídeo en plena medina no está bien. No por nada, sino porque si tienes dos dedos de frente no te saldrá hacerlo.


  1. Allá donde fueres haz lo que vieres.
El mejor consejo que se puede dar, sin duda. Sobre todo en el tema de las mujeres, especialmente si es Ramadán. Nadie te pide que vistas como una más pero, aunque te pese, estás en un país musulmán y no hay ninguna necesidad de ir como irías a una discoteca en Ibiza. Pero si lo haces no esperes pasar desapercibida. Es probable que, por imprudente y espabilada, tengas que escuchar algún comentario. La mayoría son inofensivos pero algunos pueden llegar a intimidar. Así que no la hagas y no la temerás.

  1. Abre la mente y así serás feliz.
No debería ser tan complicado hacerlo; escuchar opiniones e ideas diferentes a las nuestras y dejar que esa diversidad nos haga más ricos. Observar la forma de vida de otras personas para quedarnos con lo bueno y así entender que no sólo lo nuestro es lo válido. Relativizar un poco más y no criminalizar a otros por haber nacido en otro ambiente. Aceptar las críticas, criticar con madurez y exigir respeto sólo si se tiene intención de respetar. Pero, por encima de todo, dejar de tomárnoslo todo como algo personal.


18. Deja la paranoia en casa.

No hace falta vacunarse de nada para viajar a Marruecos. No te fíes de las apariencias, que engañan. ¡Y de qué manera! Que una casa por fuera no esté perfectamente pintada no implica que por dentro esté hecha unos zorros, sino todo lo contrario. Que las verdades a medias son más peligrosas que las mentiras. Que ni todos los hombres quieren abusar de ti, ni todas las mujeres son tan cortas como te crees. Que el señor tenga barba no quiere decir que sea simpatizante de Bin Laden y que lleve una chilaba no implica que cargue una bomba adosada al cuerpo. De verdad que no.


19. Por último, pero no por ello menos importante.

Lleva siempre clínex encima, o un rollo de papel higiénico, por lo que pueda pasar. Y si los vas a necesitar, llévate los tampones de casa. Acuérdate de lo que te digo. Quitando grandes comercios como Carrefour, Marjane... etc. en Marruecos no es nada fácil encontrar tampones y tratar de hacer ver al dueño de la tienda lo que quieres, mediante gestos, puede hacerle entender que has bajado al moro de turismo salvaje.

De todas formas, en el caso de ser ciertas tus dobles intenciones, estás de suerte. Un hombre lo tendrá mucho más complicado que tú para probar la calidad del producto nacional. Y si no ya me lo dirás, pecadora.

4 de febrero de 2013

ALGUNAS MORITAS ME MIRAN MAL

Que en Marruecos la gente te mira por la calle es una verdad innegable. Es cierto que en barrios como el que resido actualmente, en el que a veces dudas si estás en el moro o en cualquier ciudad europea, la cosa no es tan descarada. Pero, por norma general, la gente por la calle te mira y te mira mucho.

Sentirse ‘acosado’ es una de las razones que echa para atrás a mucha gente antes de venir aquí, más aún si eres mujer. Pero cuando llegas te das cuenta de que hay que saber lidiar con ello y ya está. Puede resultar incómodo ser el centro de atención pero cambiarse de acera, en el sentido metafórico, es la mejor solución. Dejando a los cuatro neanderthales de turno, en la mayoría de los casos el tema no es tan serio como algunos se creen; no pasa nada porque miren, eres diferente al resto y ya está. En España, hace no tantos años, se miraba a las suecas en minifalda igual que se mira aquí ahora a las vecinas europeas. (Ah no, calla, que eso se sigue haciendo a día de hoy…)


Es cierto que cuando hablo de ‘mirar’ por la calle, no hablo del ‘mirar’ que entendemos en España. Hablo de ir andando por la calle y que la gente deje la conversación que estaba teniendo para mirarte. Hablo de girar la cabeza completamente para después hablar de ti con el de al lado. Hablo de que alguien vaya con gafas, se pare y se las baje un momento para poder verte bien. Hablo de clavar la mirada y mantenerla hasta que doblas la esquina. Entiendo perfectamente que esas situaciones puedan intimidar, pero hay que relajarse y tomarlo como algo gracioso, no algo que implique peligro ni muchísimo menos.

Cuando llevas un tiempo aquí ocurre algo muy curioso que ya he contrastado con varias ‘blanquitas’. Lejos de lo que la gente pueda pensar en un principio, no son precisamente los hombres los que te hacen sentir mal con su mirada. Ellos miran con interés, con curiosidad, con deseo y algunos con algo más. (Lo que decía antes, igual que a las suecas). Puede resultar molesto en algunos momentos pero, como he dicho muchas veces, si necesitas subir tu autoestima déjate caer por aquí. Andar por ahí y escuchar un ‘¡Cuerpo Danone!’ o 'Where have you been?' no le hace daño a nadie.


Piropos aparte, los hombres suelen ser más agradables, cercanos, amables y serviciales cuando tratas con ellos y con dos palabras que digas en árabe pensarán que eres una tía inteligente, además de simpática y algo así como ‘valiente’ por haberle dado conversación.

En cambio, cuando se trata de mujeres, principalmente jóvenes que no han tenido la oportunidad de salir del país… Agüita, colega. Una vez que las conoces, tienes relación con ellas o son amigas tuyas hacen alarde de la hospitalidad y el buen carácter marroquí. Pero si vas por la calle sola o, peor aún, con otra como tú, no sé qué mosca les ha picado pero muchas de ellas miran como si les debieras algo. Como si tuvieras que haberles pedido permiso para estar aquí. Son bordes y las miradas son, a menudo, despectivas. Y después de tantas y tantas conversaciones al respecto sigo sin entender porqué es así...


¿Por envidia? La mayoría de las que miran de esa forma tienen más pasta que nosotras, seguro. Así que por dinero no creo que sea. Y si ellas llevan cierto estilismo es porque quieren y se sienten bien así, osea que por la indumentaria tampoco. ¿Por el color de piel y demás características físicas? Tan ridículo como probable.

¿Por admiración? Algunas de las ‘blanquitas’ piensan que las ‘moritas’ admiran la valentía de chicas jóvenes que emigran, hacen su vida solas, de forma independiente, y se instalan países como este. Pero si es así… ¿Por qué mirar mal?

¿Por rechazo? Sí, seguramente sea por eso. Por desgracia hay mucha gente en este país que nunca ha salido de él y eso hace que la evolución sea mucho más lenta. Después de contrastar opiniones y experiencias a ambos lados del estrecho, creo que la razón es tan simple como estúpida. Muchas mujeres te ven por la calle y creen que eres una amenaza, creen que vienes a robarles a sus hombres, creen que lo consigues con total facilidad y creen que mirando de esa forma marcan mejor su territorio. O algo así, no sé. Tengo que seguir investigando este fenómeno diario, tan extraño como real…

2 de febrero de 2013

BRINDEMOS POR LO QUE TENEMOS


Es tu vida. Haz lo que realmente amas, y hazlo a menudo. Si no te gusta algo, cámbialo. Si no te gusta tu trabajo, déjalo. Si crees que no tienes suficiente tiempo, deja de ver tanto la TV. Si estás buscando al amor de tu vida, deja de hacerlo, verás que te está esperando cuando empieces a hacer cosas que realmente amas. Deja de analizar todo demasiado, todas las emociones son bellas. Cuando comas, aprecia cada mordisco. La vida es simple. Abre tu mente, tus brazos y tu corazón a nuevas personas y situaciones; estamos unidos por medio de nuestras diferencias. Pregúntale a la próxima persona que veas, cual es su pasión, y comparte tus sueños y tus pasiones con ella. Viaja a menudo, perderte te ayudará a encontrarte a ti mismo. Algunas oportunidades solo pasan una vez en la vida, aprovéchalas. La vida se basa en la gente que conoces, y los momentos vividos con ellos, así que sal ahí fuera y empieza a vivir. La vida es corta. Vive tu sueño y comparte tus pasiones.