26 de febrero de 2015

SIENTE MARRUECOS CON MARILUZ

Hoy os presento a Mariluz, una ceutí que ha conseguido que su pasión se haya convertido en su modo de vida. Ella es administradora de la página Siente Marruecos, un sitio que, a la misma vez, sirve como asesoramiento y guía a la hora de viajar al país vecino.


"Hola a todos, mi nombre es Mariluz, y confieso que soy una a adicta a la cultura marroquí: si no fuera poco con los continuos viajes, desde hace un año dedico el poco tiempo que me queda a redactar un blog en que plasmo mis experiencias y a asesorar en viajes a Marruecos. Pero quizás me estoy adelantando un poco, y lo más adecuado sea empezar a hablar de mi adicción desde el origen. Mi querencia por el país vecino tuvo su primer culpable en el lugar donde pasé mi infancia, Ceuta. Para aquellos que seáis de allí, sabréis que suele ser costumbre visitar alguna ciudad de Marruecos los fines de semana. 
Una de las cosas que recuerdo con más añoranza es cuando íbamos a pasar el día a la playa; era muy habitual coger todos los bártulos a primera hora de la mañana y no volverse hasta bien entrada la tarde; bien es cierto que en Ceuta también hay playas pero para mi gusto las de Marruecos son mucho mejores: recuerdo cómo se me quedaban los dedos arrugados de pasarme el día metida en el agua chapoteando, pero sobretodo recuerdo la finura de su arena y, en general, el aspecto salvaje que tenían aquel lugar; resulta curioso que, incluso en un entorno aparentemente tan natural como una playa, terminen habiendo tanta diferencia entre unos países y otros. Además, para rematar el día siempre comíamos por la zona, o bien nos tomábamos te con pastitas. 
Y así pasé feliz mi infancia hasta cumplir los 10 años, momento en que por motivos familiares nos tuvimos que mudar a Chiclana, por lo que deje de visitar ese país. Aun así, seguía manteniendo contacto con los amigos o conocidos que tenía en Ceuta, bien fuera míos o de mis padres. Pero claro, la ventaja de tener un contacto casi permanente con otra cultura, desapareció. 
Y llegamos al final del Instituto, y tuve que decidir a que quería dedicarme el resto de mi vida. Tenía clara una cosa: quería trabajar conociendo mundo y dándoselo a conocer a los demás, así que ni corta ni perezosa escogí estudiar turismo; no fue una decisión meditada y calculada, sino algo completamente intuitivo e impulsivo. ¿Y sabéis qué? Que fue una de las mejores decisiones que tomé en mi vida. 
Una vez empezada la carrera, pensé que todo el dinero que ahorrara debía destinarlo a viajar. Que, de alguna manera, debía reafirmar mi convicción de dedicarme al turismo viajando. Y el primer destino que tenía en mente, un poco por ser muy barato y otro poco por recordar mi infancia, era Marruecos. Así que ni corta ni perezosa me compré un billete de barco y me fui de loca con un amigo durante una semana. 
Aprovechamos para visitar el norte de país: Tánger, Tetuán, Asilah y Chaouen. Y sentí como si volviera a ser niña otra vez. ¿Sabéis de aquella sensación que se produce cuando vuelves a un lugar años después y sientes como si todo hubiera cambiado, como si paralelamente a que tú hayas perdido la inocencia, el sitio también lo ha hecho? Pues fue algo que NO sucedió con Marruecos: para mí, fue como si el país me obligara a recordar mi condición humana en el sentido más primario posible.  
Después de varios viajes más y antes de acabar la carrera, empecé a trabajar en la misma agencia de viajes generalista en la que hice las prácticas. Y allí estuve nada más ni nada menos que 6 años. 6 Años en los que pasé de asustarme vendiendo un simple billete de tren a sentirme como pez en el agua asesorando en todo tipo de viajes. Sin embargo, llegó un momento en que todo aquello no me hacía feliz. No sabía por qué, pero había dejado de llenarme; en principio lo atribuí a que necesitaba un pequeño cambio de aires así que, ni corta ni perezosa, me fui a Sevilla a presentar mi CV en las agencias que encontrara. 
 Y allí estaba yo en Sevilla, paseando con mi portafolio, y en estas que me cruzo con una agencia de viajes especializada en Marruecos. Y entonces pienso … ¿y por qué no? Y entonces dejé mi currículum allí, y en menos de una semana ya me había incorporado. 
Y entonces sí, allí si que me di cuenta que eso, justamente eso, era lo que me hacía feliz; especializarme, centrarme en el país que me había acompañado desde la infancia. Y trabajando allí, mientras que paralelamente viajaba a Marruecos, volví a recuperar la ilusión por el trabajo. Incluso llegué a la certeza de que, cada vez que me había encontrado un poco perdida, el destino había querido que volviera a tener contacto con Marruecos. Más que buscarlo yo a él, parece que haya sido él el que me haya buscado toda mi vida cuando lo he necesitado. 
Allí estuve trabajando casi 3 años, hasta que llegó un momento en que me di cuenta de que, aunque me hacía inmensamente feliz, necesitaba gestionarlo por mi cuenta. No es que me encontrara insatisfecha, sino que mi intuición me pedía que diera un pasito más, que tomara las riendas y fuera la última persona responsable del trabajo que tan feliz me hacía.
Así que, una vez tomada la decisión, hablé con mi familia para comunicárselo. Y entonces las conversaciones se inundaron de frases del tipo “¿Estás loca?”,  “¿De verdad va a dejar un puesto fijo para montar tu propia empresa?” “¿Tú sabes como esta la situación?”. Pero todas esas preguntas se desmoronaban ante la afirmación de que el que no arriesga no gana, y que es preferible arrepentirse por haber hecho algo, que por no haberlo hecho.
Y así es como decidí, junto con otro socio y con mi novio, montar Siente Marruecos. Una empresa cuyo cometido es asesorar en viajes a Marruecos, pero en el que también tiene lugar volcar toda mi pasión en el país vecino, poniendo parte de mi esfuerzo en forma de blog en el que cuento mis vivencias e informo de consejos y guías.  
Y de nuevo se produjo el arqueo de cejas entre mis familiares y amigos cuando presenté la idea: “¿Pero tú que tienes, una agencia de viajes o un blog?”. Bueno, creo que ni una cosa ni la otra. Creo que formo parte de un proyecto, que a la misma vez es algo profesional y personal. Porque creo, con total sinceridad, que es la mejor forma (¿la única quizás?) de hacerlo. 

¡Y hasta aquí mi vida hasta ahora! ¡Espero que haya habido algún valiente que haya sido capaz de leer toda la entrada! Ahora en serio, gracias a todos por leerme y sed bienvenidos a tod@s los que queréis comentar. Siempre es un gusto saber de gente que te apoya o tiene inquietudes con respecto a tu proyecto.
Y por supuestísimo, muchas gracias a Carlota por dejarme un espacio en su blog. ¡Un abrazo a tod@s!"

Si quieres que tu historia también aparezca por aquí sólo tienes que pedirlo. Ponte en contacto conmigo e intentemos entre todos, desde nuestra experiencia personal, transmitir la realidad, buena y menos buena, de Marruecos.

23 de febrero de 2015

MUCHA LIBERTAD Y MUY POCO RESPETO

Estoy bautizada e hice la comunión. Toda mi vida estudié en colegio de monjas. Llevé uniforme hasta que cumplí 16 años y todas las semanas iba a misa. No por vocación, evidentemente, sino porque un centro religioso es lo que tiene. Rezábamos cada mañana al llegar y antes de bajar al recreo, nuevamente, rezábamos el Ángelus. Con la edad que tengo, aún puedo decir que he estado más de media vida rezando. Si se le puede llamar rezar a eso que yo hacía…

Pero, como todos sabemos, haber estudiado toda tu vida en un colegio así no te hace cristiano. Y, no sólo eso, sino que no evitó que – al igual que muchos – recurriera a menudo a bromas fáciles y críticas ácidas sobre la religión, a imágenes satíricas y chistes recurrentes que siempre parecen caer en gracia… Supongo que tanto la inmadurez como el desconocimiento hacían que, aunque nunca con mala intención, me mofara de algo que ahora ni se me ocurre.

Iglesia en el centro de Rabat.

Es más fácil aprender a hablar que aprender a callar. Y yo a callarme aprendí en Marruecos. Y lo aprendí tan pronto como comprobé lo importante que es la religión para un musulmán. Es tan importante que se convierte en una forma de vida. No sé bien si por mi educación, por mi manera de ser, por mi personalidad o por mí manera de entender las cosas soy incapaz de creer en la existencia de un Dios, pero eso no quita que sienta un profundo respeto por todos aquellos que entienden de forma sana y sensata la religión y les ayuda a ser mejores personas. Y es que, dicho sea de paso, si no te ayuda a ser mejor persona, creo que no se le debe llamar religión…

No seré yo quien critique la tan nombrada libertad de expresión (¡bendita sea entre todas las libertades!) pero, para mí, el respeto va antes que la libertad de expresión. Quizá porque soy más de dar lo que me gusta recibir que de usar mi libertad de expresión para decir lo que me venga en gana cada vez que surja la oportunidad. Podría hacerlo, porque soy libre, pero si con lo que voy a decir sé perfectamente que voy ofender a una persona a la que quiero y, por encima de todo, respeto… ¿para qué voy a seguir por ahí? Y mira que me gusta a mí la ironía pero... ¿qué satisfacción personal me puede provocar ofender al personal? ¿Qué necesidad tengo de hacer sentir mal gratuitamente a alguien que no me ha hecho nada? ¿A quién se le ocurre hacer bromas sobre ciertos temas sabiendo que gente a la que aprecias le hieren esas palabras? Me podrá parecer más o menos razonable su manera de entender la vida, podré entender mejor o peor su ideología, me podrá gustar más o menos su idea de anteponer la religión a cualquier otra cosa pero… ¿quién soy yo para reírme de la creencias de nadie? ¿Por qué cuanto más nos reímos de las ideas de los demás más libres nos creemos? El primer paso para ser libres es aprender a hacer buen uso de la libertad. Y no sé yo hasta qué punto lo estamos haciendo bien...

15 de febrero de 2015

BREVE RADIOGRAFÍA DE UN PAÍS ANESTESIADO

Un pueblo que agradece de rodillas al que le ha robado la bici nueva que éste le regale una de segunda mano. Un pueblo completamente saqueado que aplaude a ciegas a sus saqueadores, un pueblo obligado a emigrar de la forma más inhumana posible que se siente culpable de cosas que no ha hecho, un pueblo que paga continuamente por pecados que no existen, un pueblo que no puede mandar fuera de su país 50 dirhams pero entiende y acepta que los que le han quitado ese derecho tengan fortunas multimillonarias poco lícitas en el extranjero, un pueblo que se mata a trabajar por 10 euros diarios mientras desde cada puesto de trabajo se venera la foto del rey como si de un ser divino y superior se tratara, un pueblo privado de sus derechos y libertades más básicas al que le ofende más el hecho de que la gente lo sepa que el hecho de haber sido privado de ellos, un pueblo anestesiado que se repite cada día que está sano, un pueblo que sufre en primera persona la brutal represión de la policía pero se calla y se hace el ciego cuando se ejerce contra los subsaharianos, un pueblo que muere ahogado en el estrecho, que muere de frío en el Atlas, que muere tirado en casas de chapa al lado de palacios deshabitados sin que nadie señale ningún culpable, un pueblo al que le molesta sufrir el racismo pero lo practica diariamente con sus propios compatriotas, un pueblo que quiere tejados a toda costa sin tener cimientos, un pueblo que se desvive por ser representado por personas que jamás han elegido, un pueblo que cree que el progreso se mide por el número de hoteles para turistas y no por el número de escuelas con alumnos marroquíes, un pueblo que celebra las migajas que los sátrapas que lo controlan absolutamente todo les lanzan de aquello que les están robando, un pueblo que se acuesta y se levanta alabando buenas acciones como que se construyan hospitales que no dejan de ser edificios en los que si no llevas billetes no te atiende ni el Señor, un pueblo que no habla de los problemas de su país y condena y machaca al que sí lo hace, un pueblo oprimido que respeta y defiende con uñas y dientes al opresor...


Me niego a creer que el pueblo que me abrió los ojos no tiene la capacidad de despertar. Un pueblo joven, jovencísimo, que necesita todos los estímulos del mundo para hacer CLICK y empezar a funcionar de verdad. Educación y tiempo. Un diamante que no se pule solo y que jamás será pulido por aquellos que están deseando que no brille nunca. Un pueblo al que espero y deseo ver crecer, casi tanto o más que al mío. Educación y tiempo. Un pueblo al que sólo le pido que no me deje marchar para siempre sin haber podido decir antes "he visto grandes mejoras desde que lo conocí." Sólo eso. Educación y tiempo...

13 de febrero de 2015

¿VALE MÁS LO MALO CONOCIDO?

No me imagino a los Panteras Negras - esos afroamericanos que en las décadas de los 60 y los 70, poniendo en práctica las ideas de Malcom X, lucharon en Estados Unidos por conseguir lo que les pertenecía - diciendo "vale más lo malo conocido que lo bueno por conocer".


Si no hubiera desobediencia civil los negros todavía hoy se sentarían al final del autobús en los Estados Unidos. (Vicenç Navarro)

11 de febrero de 2015

SOMOS JUNTOS... SOMOS JUNTOS

Como dijo literalmente Keny Arkana en un discurso en español:

“Vivimos una época muy importante, es la época del cambio. Todos y todas tenemos una responsabilidad enorme en nuestra vida de cada día, pero más cuando tenemos la palabra. Debemos denunciar, debemos ayudar a los corazones… Somos juntos. Somos juntos.”



8 de febrero de 2015

FISIOTERAPIA EN MARRUECOS

"Edificio grande, aparente. Paseamos por amplios pasillos con suciedad en las esquinas, pero sin papeles en el suelo, ni bancos, ni papeleras, ni máquinas de bebidas, ni bar… Luces, a ratos. Subimos una escalera, habitaciones de cinco, seis, ocho o incluso diez camas ocupadas al máximo. Traumatismos cráneo-encefálicos, edemas, contusiones… estos no llegaron a saltar. No les habían dado la medicación, tuvimos que empezar a dársela y avisamos al ¿enfermero? - bueno, al “de verde” - para que hiciera su trabajo. El baño que había, uno para todo el pasillo, mejor me lo guardo para mí. Dos horas en un hospital en el que no vimos más de 5 sanitarios. Tampoco vimos ni un carrito de medicación, ni un traslado de paciente, ni un control de seguridad…Un hospital público en el que te tienes que llevar todo lo que haga falta para la operación (gasas, hilo..) y donde te tienes que pagar la medicación que necesites, no es un hospital público. ¿Os he dicho que no limpian/esterilizan las tijeras de un paciente a otro?"



Artículo imprescindible.
https://blogfisio.wordpress.com/…/fisioterapia-en-marruecos/

6 de febrero de 2015

PEQUEÑOS GRANDES PLACERES DE LA VIDA


  1. Despertarte con el Sol.
  2. El sonido del darbuka.
  3. Las noches de verano.
  4. El olor de las noches de verano.
  5. Lavarte las manos.
  6. Hacer la mochila para irte de viaje. 
  7. Que, después de mucho tiempo sin verte, tu perro se mee de la emoción en el reencuentro. 
  8. Los batidos de aguacate. 
  9. Encontrar aparcamiento. 
  10. Tener los pies calientes.
  11. Mirar fotos antiguas. 
  12. El agua caliente.
  13. Observar el fuego. 
  14. Volver donde hay gente que te espera.
  15. Llegar a casa, ponerte el pijama y hacerte un moño. 
  16. Irte de dormir sabiendo que no tienes que poner despertador. 
  17. El olor a él. 
  18. Que te acaricien la cabeza. 
  19. Percibir un olor que te recuerda a tu infancia.
  20. Comer con las manos. 
  21. Hablar con niños.
  22. La luz.
  23. Ver en la calle una lluvia de estrellas.
  24. Que suene esa canción.
  25. Un vaso de leche fría antes de dormir. 
  26. Estar en Marruecos
  27. Vivir solo. 
  28. El olor a tierra mojada. 
  29. Lavarte en un bidé.
  30. Cantar a pleno pulmón.
  31. Bañarte donde sea. En la playa, en la piscina, en la bañera… 
  32. El olor de las sábanas limpias. 
  33. La fruta.
  34. Que no suene tanto el teléfono.
  35. Cobrar a final de mes. 
  36. Rascarte.
  37. Escuchar una carcajada.
  38. Despertarte con olor a café.
  39. Comer cuando tienes hambre.
  40. Que él te llame pequeña.
  41. Trasnochar por gusto. 
  42. Ver que un niño hace lo que le has enseñado. 
  43. Coger un avión. 
  44. Comer el cuscurro de la barra de pan.
  45. El amanecer.
  46. Taparse cuando hace frío.
  47. Los hombres a los que le queda bien una chilaba.
  48. Una ducha.
  49. Recibir esos buenos días o esas buenas noches. 
  50. Reír a carcajadas. 
  51. Comer caliente.
  52. El olor de la colada.
  53. Que él te robe besos y abrazos.
  54. Echarte la siesta. 
  55. Los sábados por la mañana.
  56. El queso.
  57. Que tu gato se duerma encima tuyo. 
  58. Hacer el amor.
  59. Conducir. 
  60. Recibir un paquete en casa.
  61. Conversaciones interminables con esa gente con la que tantas cosas tienes en común.
  62. Hacer fotos.
  63. Estirarse.
  64. El anochecer.
  65. Ir al baño.
  66. Despertarte con música.
  67. Dormir mientras fuera está lloviendo. 
  68. Dormir, cuando sea.
  69. Salir el viernes de trabajar.
  70. Viajar de noche.
  71. Un Cola-Cao a cualquier hora del día.
  72. Estar en un sitio en el que siempre luce el Sol.
  73. Andar descalzo.

1 de febrero de 2015

AÚN QUEDA MUCHO POR HACER

Corría el año 2013 y yo acababa de volver de vivir en Rabat. Aquella había sido probablemente la mejor experiencia de mi vida y tenía los sentimientos más a flor de piel que nunca. La vuelta a la realidad en España fue difícil, especialmente cuando nada más llegar me hicieron una entrevista de trabajo, cuanto menos, peculiar. Una importante empresa de ingeniería del norte de nuestro país se había interesado por mí y, como tantos otros jóvenes españoles, acudí a la entrevista sin demasiadas expectativas.

Nada más llegar me recibió un hombre trajeado, de unos 45 años. Entramos en una pequeña sala en la que sólo había una mesa blanca redonda con varias sillas del mismo color a su alrededor. Un sala en la que hacía un frío que me impidió quitarme el abrigo en un buen rato. Después de desearme unos buenos días lanzó su primer perla:
- ¿Crees que ser mujer es un handicap a la hora de desarrollar un trabajo de ingeniería?
Esto empieza fuerte, pensé. Quise creer que aquello era más parte de su trabajo que de su personalidad pero eso no evitó que me sentara como me sentó.
- Para mí evidentemente no. Lo será en todo caso para aquellas empresas que no quieren contar con mujeres sólo por el hecho de ser mujeres…
  
Después de varios minutos leyendo el escueto currículum de una joven ingeniera de 24 años me dijo:
- Así que vivías en Londres y, sin tener nada allí, decidiste marcharte a vivir a Rabat..
- Ahá
- ¿Y a quién se le ocurre cambiar Inglaterra por un país... árabe?
Aunque dijo ‘árabe’ con todo el rintintín que se podía esperar al menos no dijo un país moro o alguna lindeza típica. Y eso, quieras que no, me alivió un poco…
- En Londres no estaba bien, no era mi sitio y sabía que allí no lo encontraría nunca. Por eso decidí marcharme a Marruecos, porque no tenía nada que perder. Porque quise y porque pude.
- ¿Ya habías estado antes?
- Sí, claro. Bastantes veces...
- ¿Y cómo lo conociste?
- Hace ya unos años, cuando viajé con unas amigas…
- Con algún viaje organizado supongo, ¿no?
- No, no… siempre por nuestra cuenta.
- ¿Y no os daba miedo que os pudiera pasar algo?

(…)


Aquello más que una entrevista de trabajo se estaba convirtiendo en una discusión típica en la barra de un bar y, en contra de mi filosofía, empecé a tomarme las cosas como algo personal.
- ¿Miedo? ¿Has estado alguna vez en Marruecos?
- No…
- ¿Entonces?
Después de un largo silencio, y volviendo al recurridísimo Londres me dijo:
- Dices que te marchaste de Londres porque no estabas a gusto y no estabas haciendo lo que querías...
- Ahá...
- Eso me hace dudar de tu capacidad para afrontar la realidad y para hacer cosas que no quieres hacer. Aquí tendrás que hacer cosas que no te gusten, que te moleste tener que hacer… Es parte del trabajo.-Bueno, supongo que es normal. Lo aguantaré hasta que crea que no me compensa seguir haciéndolo, ¿no?
(…)
- Con una personalidad tan fuerte intuyo que habrás tenido muchos problemas con tu entorno... (amigos, familiares...)
- Sinceramente, no tantos como puedas imaginar…

Y tras más de 40 minutos de conversación, de entrevista más personal que profesional, el hombre trajeado quiso finalizar la entrevista.
- Bueno, Carlota… Última pregunta y ya te dejo marchar. ¿Qué quieres ser de mayor?
No vacilé ni un microsegundo en mi respuesta y, para sorpresa suya, me salió del alma decir:
- Feliz.
- ¿Cómo?
- Feliz, ¿no?...
Aquel hombre que presentaba una actitud tan.. tan así, dejó los papeles en la mesa y echó su silla para atrás. Después de unos segundos me dijo:
- ¿Sabes que llevo más de 7 años haciendo entrevistas y nunca me habían contestado eso?
- Será broma...
Hizo un gesto de ‘negativo’ con la cabeza y sorprendida dije:
- Pues para que veas cómo está el patio...
Sinceramente, no salía de mi asombro y antes de que pudiera volver a decir nada le pregunté:
- ¿Y qué te contesta la gente? ¿Jefa de Planta? Jajajajajaja

Me hizo alguna pregunta más pero fue él mismo quién dijo:
- Bueno, mejor damos ya la entrevista por finalizada. Me has dejado un poco descolocado…
Ha sido la primera y la última vez en mi vida que vivo una entrevista de trabajo similar. Una entrevista para un trabajo al que, por cierto, me cogieron. Suerte que la misma tarde que empecé allí me llamaron para decirme que otra empresa quería contar conmigo... Hamdulillah. Un solo día trabajando y ya me dio tiempo a tener conversaciones tan peligrosas con algunos de los trabajadores como estas:
- Ok, cualquier duda ya os preguntaré para que me echéis una mano.
- O las dos si quieres...
- ¡Hombre! ¿Qué hace una chica por aquí?
- Bueno, cosas que pasan hoy en día...
- ¡No me digas que te han cogido en otra empresa! Ya verás cómo me van a vacilar ahora mis compañeros diciéndome que qué poco me duran las mujeres...

¿Cuándo vamos a empezar a llamar a las cosas por su nombre? ¿Qué día vamos a dejar de llamar "chistes" a semillas que dan frutos tan asquerosos? Está tan interiorizado que nos parece normal. Está tan aceptado socialmente que cuando te quejas de ello te llaman radical. Nazi, por tener la desfachatez de querer ser tratada como ellos. De igual a igual. No seré yo quien niegue tristes evidencias en el país en el que volví a nacer, pero antes de criticar actitudes y realidades en países vecinos creo que convendría observar y escuchar más a los que nos rodean. A los de 'nuestro mundo', a los que tenemos al lado diariamente. Hacer autocrítica y reconocer de una vez que estamos a años luz de lo que creemos ser. A años luz.