23 de febrero de 2015

MUCHA LIBERTAD Y MUY POCO RESPETO

Estoy bautizada e hice la comunión. Toda mi vida estudié en colegio de monjas. Llevé uniforme hasta que cumplí 16 años y todas las semanas iba a misa. No por vocación, evidentemente, sino porque un centro religioso es lo que tiene. Rezábamos cada mañana al llegar y antes de bajar al recreo, nuevamente, rezábamos el Ángelus. Con la edad que tengo, aún puedo decir que he estado más de media vida rezando. Si se le puede llamar rezar a eso que yo hacía…

Pero, como todos sabemos, haber estudiado toda tu vida en un colegio así no te hace cristiano. Y, no sólo eso, sino que no evitó que – al igual que muchos – recurriera a menudo a bromas fáciles y críticas ácidas sobre la religión, a imágenes satíricas y chistes recurrentes que siempre parecen caer en gracia… Supongo que tanto la inmadurez como el desconocimiento hacían que, aunque nunca con mala intención, me mofara de algo que ahora ni se me ocurre.

Iglesia en el centro de Rabat.

Es más fácil aprender a hablar que aprender a callar. Y yo a callarme aprendí en Marruecos. Y lo aprendí tan pronto como comprobé lo importante que es la religión para un musulmán. Es tan importante que se convierte en una forma de vida. No sé bien si por mi educación, por mi manera de ser, por mi personalidad o por mí manera de entender las cosas soy incapaz de creer en la existencia de un Dios, pero eso no quita que sienta un profundo respeto por todos aquellos que entienden de forma sana y sensata la religión y les ayuda a ser mejores personas. Y es que, dicho sea de paso, si no te ayuda a ser mejor persona, creo que no se le debe llamar religión…

No seré yo quien critique la tan nombrada libertad de expresión (¡bendita sea entre todas las libertades!) pero, para mí, el respeto va antes que la libertad de expresión. Quizá porque soy más de dar lo que me gusta recibir que de usar mi libertad de expresión para decir lo que me venga en gana cada vez que surja la oportunidad. Podría hacerlo, porque soy libre, pero si con lo que voy a decir sé perfectamente que voy ofender a una persona a la que quiero y, por encima de todo, respeto… ¿para qué voy a seguir por ahí? Y mira que me gusta a mí la ironía pero... ¿qué satisfacción personal me puede provocar ofender al personal? ¿Qué necesidad tengo de hacer sentir mal gratuitamente a alguien que no me ha hecho nada? ¿A quién se le ocurre hacer bromas sobre ciertos temas sabiendo que gente a la que aprecias le hieren esas palabras? Me podrá parecer más o menos razonable su manera de entender la vida, podré entender mejor o peor su ideología, me podrá gustar más o menos su idea de anteponer la religión a cualquier otra cosa pero… ¿quién soy yo para reírme de la creencias de nadie? ¿Por qué cuanto más nos reímos de las ideas de los demás más libres nos creemos? El primer paso para ser libres es aprender a hacer buen uso de la libertad. Y no sé yo hasta qué punto lo estamos haciendo bien...

2 comentarios:

  1. Simplemente bravo!! Me encanta tu forma de pensar, de.concebir y de entender el mundo. Ánimos y un un abrazo

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  2. Fue exactamente el sentimiento que tuve cuando vi la portada del Charlie Hebdo,luego se preguntan porque la respuesta fue tan contundente....libertad de expresion vs respeto

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